CIRIOS
(ceniza)


Todos los hombres que te amaron antes
amasaron tus ansias,
maceraron tu espíritu,
tras el ingenuo afán de poseerte.
Sin saberlo, te estaban educando
para llegar a mí. Yo te recibo
con la serenidad del último maestro:
te dejo ser tú misma,
que te aprehendas
en el duro ejercicio
de celebrar tu libertad total.
Si luego decidieras elegirme
como heredero de tus testimonios,
sería el dócil alumno que precisas
para enseñarle dónde empieza el mundo
y cuál es el destino de la especie.

(luz)


De ciudad en ciudad
vamos trazando
el mapa de este amor.
Cartas, citas, mensajes,
enlazan tu hemisferio con el mío
en la cartografía del espíritu;
sangre, saliva, semen y sudor
conforman los océanos
donde la carne baña
su continua inquietud de continente.
Acude a ambos bautismos:
unge tu cuerpo con mi aceite amargo,
el que destila el alma entre el tormento
de perseguir a su mitad gemela
hasta ese umbral en que la muerte funda
la ciudad infinita del amor.
 
 




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